jueves, 22 de marzo de 2012

Pongamos que hablo de Madrid (II)

"EL HERMITAGE EN EL PRADO"

La exposición del Museo del Hermitage de San Petersburgo en el Museo del Prado merece, en general, un crítica positiva desde mi punto de vista. Un pequeño tentempié de lo que se puede encontrar el museo ruso que contiene obras de pintores de renombre tal como Velázquez, Cánova, Picasso o Melévich, por citar sólo algunos. 

Comienza con una introducción histórica de la creación del museo y de la influencia de la aristocracia rusa en la colección y preservación de las obras artísticas, acompañada por "vedute" y retratos de estilo neoclásico. Se pueden observar también joyas, jarrones y vestuario de la época que nos ofrecen una visión clara del ostentoso estilo de vida de la nobleza en tiempos de Pedro I "el Grande" y de Catalina II de Rusia. 

Posteriormente, podemos contemplar distintos periodos artísticos a través de las pinturas y esculturas expuestas; desde el Barroco hasta el arte contemporáneo, pasando por el Neoclásico (del que que señalo la escultura exenta "Magadalena penitente" de Antonio Cánova) y el Impresionismo. Desde mi punto de vista, ese es el mayor acierto del museo, la mezcla de estilos que permiten una visión histórico-artística de manera cronológica.

Magdalena penitente, A.Cánova
 
Sin duda, lo que más me gustó e impresionó fue la sección de arte contemporáneo, de la cual destaco: "Niño y perro" de Picasso y "Composcición VI" de Kandinsky. Por otra parte, cabe destacar el cuadro "Rectángulo negro" de Malévich, artista que me complació examinar en directo tras estudiar su obra con anterioridad. Así mismo, descubrí dos artistas que desconocía y cuyas pinturas consiguieron atraer mi atención: Giorgio Morandi y Kees van Dongen.


Niño y perro, Picasso




Composición surrealista, Giorgio Morandi

Mujer con sombrero, Kees van Dongen


Composición VI, Kandinsky


Cuadrado negro, Malévich




En resumen considero que fue una visita interesante y que ofrece una amplia visión del Hermitage; sin embargo, las obras expuestas no eran demasiado conocidas y quizás por ello no salí con la sensación de haber conectado plenanmente. No obstante, merece en general una crítica bastante positiva.

Por otra parte, aprovechando la visita al Prado pasamos a la exposición permanente, que ya conocíamos pero que nunca disgusta volver a ver. Nos dirigimos a la sala de Velázquez para admirar nuevamente la sutileza de las pinceladas y de los colores de los retratos reales de los Austrias, presididos por las Meninas. Disfruté especialmente al distinguir la corrección de la pata del caballo en el retrato ecuestre de la reina Isabel, que habíamos comentado en una clase teórica con anterioridad.

Retrato ecuestre de la reina Isabel, Diego Velázquez

Detalle de la corrección en la pata

Así mismo, pasamos por la sala de las pinturas negras de Goya y pude comprobar una vez más la capacidad expresiva del artista y como realmente fue un adelantado a la época que le tocó vivir; el dramatismo, los trazos expresionistas y la transmisión de sensaciones lo convierten en un auténtico genio.


Saturno devorando a sus hijos, Francisco de Goya

La romería de san Isidro, Francisco de Goya


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